El Cañón de los Perdidos

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No son pocas las veces que he escuchado la frase “piérdete para luego poder encontrarte” así que quise ponerme filosófico con la vida y –aprovechando que nunca me puse las pilas con los planes para el fin de semana largo de fiestas patrias– decidí buscar un lugar no tan conocido, algo tranqui donde pueda alejarme un poco de la locura de la ciudad.

No tenía muy claro adónde. Entre la verde sierra de Lima, la playita o la selva y sus calores, no la tenía fácil. Facebook que todo lo sabe me ayudó una vez más. Encontré entonces a Ezio Macchione, un fotógrafo italiano que vive enamorado del Perú y sus paisajes. Él trata de capturar vistas que no sean de las típicas zonas turísticas, sino que busca transmitir en una sola imagen un encanto que se esconde. Así, me enseñó lo que es, en teoría, el Cañón Río Seco (Ica), pero que es más conocido como el Cañón de los Perdidos. No la pensé más.

Photo: Ezio Macchione

El plan era acampar. Para eso, teníamos que stockearnos de la comida de todo el fin de semana. Compramos todo lo necesario en la cuidad de Ica y de ahí, nos fuimos hasta Ocucaje, unos 30 km más al sur. Si continuas por la Panamericana llegas a la entrada Callango. Ahí, literalmente, encuentras un camino de trocha que está al lado derecho de la carretera. Ese, sí, ese es el camino que tienes que seguir. ¿Por cuánto tiempo? Entre 50 y 60 minutos. Lo único que tienes que hacer es tomar la ruta que está marcada por las ruedas de otros autos.

Photo: Ezio Macchione

Seré sincero. Por momentos, es fácil desorientarse porque estás en medio de la nada. Tú, los amigos que te acompañan y kilómetros de desierto alrededor. Para unos es increíble; para otros, preocupante. Siempre depende de los gustos. Pero cuando empiezas a perder las esperanzas de llegar y comienzas a calcular las raciones de comida que necesitan para sobrevivir en medio de tanta arena, encuentras una llanta vieja a medio enterrar que dice “Cañón de los Perdidos”. Yep, le cae muy bien el nombre pero calma, tampoco es que sea una misión suicida. En todo caso, siempre encuentras gente en la trocha que te da indicaciones para llegar sano y salvo.

Sobre el clima, me advirtieron de las noches. Me dijeron que cuando baja el sol hace mucho frío y de día, obviamente, te derrites con el calor del desierto. Llámalo suerte, coincidencia o no sé qué, pero la noche no fue tan terrible y el día estuvo principalmente nublado. Así que tudo bem.

Photo: Google

El resto es historia. Un par de carpas, una fogata con salchichas haciéndose, buenos amigos y su guitarreo siempre combinan bien. A eso, súmale un cielo alucinante con estrellas fugaces pasando de rato en rato y la tranquilidad que te regala una noche en medio de la nada. Yo me quedo con planes así, no necesito mucho más.

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A mi dame un poco de música, un buen spot y si hay un sunset por ahí, mucho mejor. Si a la ecuación le agrego mi slackline y buena compañía, no necesito más. Me gustan las historias, pero las reales, de carne y hueso, esas que te hacen vibrar. Me gusta la fotografía, soy fan de aquellas fotos dignas de guardar por siempre, pero en la mejor cámara: la memoria. Y también me gustan los retos. De esos que asustan, pero más que susto, motivan. Ah, claro, casi me olvido de lo más importante: soy chileno, obvio; de sangre peruana, por supuesto.

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