El lado B sobre viajar: Lo que nadie te contó

Siempre que te hablan sobre viajes, hablan sobre lo increíble que fue la experiencia. Te cuentan de las personas que conocieron y que nunca olvidarán, de lo feliz que están por haber decidido saltar fuera de su zona de confort y atreverse a probar algo nuevo. Te hablan sobre las juergas y la música local, sobre los lugares que visitaron y las comidas que probaron. Siempre que te hablan de viajes, te cuentan todo lo bueno acerca de recorrer el mundo, pero también hay un lado B del asunto. Hay cosas que simplemente nadie te contó.

Nadie te contó que una vez que empiezas a viajar y te aventuras a conocer lo que hay allá afuera, ya nunca más te querrás quedar en el mismo lugar. No sé si el hecho de viajar despierta una especie de adicción en las personas, pero una vez que despiertas ese sentimiento ya no hay vuelta atrás. Pasas tiempo ideando el próximo destino, revisando las páginas de vuelos para encontrar algun buen precio o buscando rutas terrestres que te lleven unos (muchos) kilómetros lejos de aquí. Investigas sobre nuevos países y cosas nuevas para hacer. Simplemente, te pica un bicho que te hace mover los pies hacia la siguiente aventura.

Nadie te contó sobre la autocrítica que le harás a tu vida una vez que termine el viaje. Todo lo que tenías pensando, lo que en algún momento habías planeado para tus próximos años y lo que asumiste como asegurado en tu vida cae en una reevaluación que tú mismo haces. Una vez que sales de tu confort y ves lo que hay afuera, te replanteas todo. Te das cuenta que esos planes sobre tus estudios, el trabajo que soñabas y los hijos y perros que imaginaste contigo ya no encajan más. Te preguntas cómo es que antes todo parecía claro y ahora, súbitamente, lo único que quieres es viajar, viajar y viajar.

Nadie te contó de la depresión post viaje. Cuando sales, conoces gente de todo el mundo, tienes una oportunidad de mostrarte como realmente eres. Nadie sabe de dónde vienes ni a dónde vas, lo único que importa es lo que tienes para ofrecer. La buena vibra que emanas, la disposición que tienes para enfrentar diferentes situaciones y la mejor sonrisa son tus únicos aliados a la hora de la hora. Sales de todas las dificultades, te demuestras a ti mismo que eres mucho más capaz de lo que pensaste y te conoces enormemente. Todo este proceso está lleno de gente que pasó (quizás dejando una huella en ti o talvez no), de lugares que visitaste y recuerdos que quedan en tu memoria para siempre. Vuelves del viaje tan nutrido de experiencias que te hicieron crecer, que lo único que quieres es que todo siga igual. Llegas a tu día a día, común y corriente como el que dejaste y te da un bajón emocional. Pasan los días y tus amigos ya se aburrieron de escuchar tus historias, tus fotos ya fueron vistas y los detalles todo lo que te pasó ya no les interesan a muchas personas aparte de ti. Te acuerdas de todo lo que hiciste y dejaste de hacer y lo único que quieres es volver.

Nadie te contó que una vez que empiezas ya no puedes para nunca más. Como dije antes, no estoy seguro si viajar despierta en las personas una especie de adicción, pero una vez que comienzas, se convierte en un hábito. Cuando notas lo microscópica que es nuestra existencia frente a todo lo que hay allá afuera, lo único que quieres es descubrirlo. Se despierta en ti una ambición por conocer el mundo y sus secretos. Algo que, personalmente, creo que no hay que perder. No es difícil adquirir esta ambición, lo difícil es no dejarse consumir por el sistema y su rutina que, por lo general, tienden a postergar los sueños y anhelos de todos los viajeros.